segunda-feira, 22 de março de 2010

Letrillas a unos ojos

I

Tus ojuelos, niña,
me matan de amor.
Ora vagos giren,
o fíjense atentos,
o miren exentos,
o lánguidos miren,
o injustos se aíren
contra mi dolor,
tus ojuelos, niña,
me matan de amor.

Si se alzan al cielo
llenos de temores,
si alegran las flores
tornados al suelo,
o abaten el vuelo
de mi ciego error,
siempre, niña hermosa,
me matan de amor.

Tórnalos, te ruego,
niña, hacia otro lado,
que casi he cegado
de mirar su fuego.
¡Ay!, tórnalos luego,
no con más rigor
tus lindos ojuelos
me maten de amor.

II

Niña, tus ojuelos
no sé cómo son,
que siendo mi vida
me matan de amor.

Ora vagos giren,
o fíjense atentos,
o miren contentos,
o amorosos miren,
o airados retiren
todo su esplendor,
tus ojuelos, niña,
me matan de amor.

Si se alzan al cielo
llenos de temores,
o colman de flores,
con mirarlo, al suelo,
o abaten el vuelo
a mi ciego error,
siempre, niña hermosa,
me matan de amor.

Niña de mis ojos,
¿cómo son, me di,
los tuyos que así
glorias dan y enojos?
Y si sus despojos
mis potencias son,
¿para qué, mi vida,
me matan de amor?

Si me sois piadosos,
¿cómo me matáis?
no, ¿a qué me dais
la vida amorosos?
¡Ay, ojos hermosos!,
qué tal rigor,
que siendo mi vida,
me matáis de amor?

Juan Meléndez Valdés

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